martes, 22 de mayo de 2012

LA ESCRITORA


Enero, cuatro, del año dos mil tres.
Como un niño espera a los reyes magos, te esperé en vano aquella tarde gris.
El cielo estaba colmado de nubes negras y pesadas,
la tormenta se preparaba mientras truenos y relámpagos a cada instante amenazaban mi presencia.
Inmóvil permanecí, llegó la noche y la tormenta se desató con furia, gruesas, heladas y abundantes gotas de agua golpeaban mi humanidad, la oscuridad se adueño del paisaje desolado y aterrador.
Al fin un ruido de motor se escucha en medio de la tormenta, dos rayos de luz tenue, cortan las tinieblas, miro mis manos arrugadas de tanta agua y de frío, mis mandíbulas temblaban como hojitas de papel en medio del viento y hacían sonar mis dientes en un incontenible repiqueteo.
El viejo colectivo pasó al lado mío tocando bocina, me quede mirando el faro trasero, esperando que la luz roja de los frenos se encendiera, pero eso no ocurrió.
Mi alma congelada, de pronto sintió calor, impotencia y hastío, decepcionado inicie el camino de regreso a casa.
Acostumbrado al silencio del monte, me parecía extraño, el chistar de la lechuza en medio de la tormenta, levanté la mirada y le vi su figura clara en la horqueta de un quebracho, sus ojos rojos eran dos faros que infundían terror al más valiente de los cristianos.
Diosito mío, protégeme, dije, mientras intentaba pensar en otra cosa.
El animal ladino, parece que percató mi miedo y se lanzó en planeado vuelo, el fuerte chistido retumbó en mis oídos y paralizó mis músculos pero no mi mente que cavilaba en profundo silencio.
Me sentí aterrado y mi corazón acelerado quería salir por la boca.
Tranquilo hermano me dije tratando de contenerme, es solo una lechuza.
Acaricié mi puñal y me sentí un poco más fuerte y más seguro al tocar su filo.
Decidí cambiar el camino, me dirigí rumbo a las vías del ferrocarril que pasaban como a doscientos metros, eso alargaba el recorrido hasta mi casa en casi un kilometro y medio y me obligaba a pasar por frente del cementerio, pero para estos casos transitar por las vías era lo más recomendable, más allá del peligro que representa la caída del rayo atraído por el acero en las noches de tormentas y por el miedo que infunde pasar por el cementerio.
Pero si tengo que elegir prefiero morir quemado por un rayo que terminar devorado por el demonio, sin embargo dicen que en el campo santo anda una mujer vestida de novia acompañando a todo los que se animan a pasar por esos lados en las noches de tormenta y cuando surge alguna pregunta del acompañado, sin más lo empieza revolcar a golpes hasta que al final los toma de los cabellos y los arroja por los aires, estrellándolos sobre las espinas de los cactus que en estos lugares abundan y cuando los ve sufrir, se suspende frente a la víctima, como si en el aire flotara y lanza fuerte carcajadas que despiden fétido aliento. Para luego entonar una marcha nupcial y retirarse bailando el vals.
Sentí nuevamente mi sangre congelada y me aferre al crucifijo y recé el Padrenuestro como mil veces seguidas.
Recordé mi casamiento yo iba vestido de traje negro, como presagiando mi viudez y quién fue mi amada esposa, parecía una reina con su inmaculado vestido blanco, con una corona de seda y doce rosas rojas en la mano, lo asocie al espanto y el miedo se adueño de mis entrañas.
Esa lechuza no era la que todos conocemos, ninguna lechuza se atreve a perseguir y a meter tanto miedo a las personas.
A propósito de este animalito que ya se ganó el odio más feroz, pasaba rozando mi cabeza y lanzaba su fuerte chistido cada vez mas cerca de mis oídos, luego se asentaba en un árbol cercano hasta que yo me acercaba y nuevamente repetía su mensaje de terror.
Lamentaba no haber levantado mi escopeta de dos caños.
Saqué el puñal de mi cintura y amenazante lo alcé al cielo, un rayo lo iluminó sublimemente y la lechuza inicio un nuevo vuelo, la esperé, calculé la distancia y la altura de su planeo, me arrodille y encomendé mi alma al Todopoderoso, un nuevo relámpago la pone en evidencia y el instinto salvaje que siempre me cobija hizo que levantara mi puñal y lo clavé secamente en el pecho de la atrevida lechuza, la sangre del pobre bicho salpicó mi cara y preso del espanto, pedí perdón a los cielos.
Recuperado del susto, limpié el puñal y lo puse en su vaina de cuero.
El agua lava mi cara, pero no quita mi miedo.
Llegue a las vías, pisé el quebracho de un durmiente y sentí el mensaje del monte al entrar mi píe en contacto con la rústica madera.
Me sentí más seguro y enfilé decidido rumbo a casa.
Pensé en ese colectivo que pasa una vez por semana y abrigué la esperanza que en siete días volvería a ver a esa hermosa criatura que había partido de mi lado hace veinte años y que apenas unos días me envió un telegrama anunciándome que en esta fecha regresaría, recordé sus trenzas largas y su simpática sonrisa.
Amada hija cuanto extraño tus caricias y tus charlas amenas, te acordas cuando de pequeña te quedabas de repente en profundo silencio y con la mirada puesta en el horizonte, me decías, un día me iré a Buenos Aires y triunfaré, cuando yo sea grande. Papá, voy a vivir en Buenos Aires, asegurabas.
Eras apenas una nenita, tenías diez años y de Buenos Aires solamente sabías lo que el manual El Lapacho o Tucumán te contaba.
Son fantasías de niña decía yo por adentro, sin querer admitir tal posibilidad.
Y al final los porteños se adueñaron de tus sueños y de tu vida.
Hoy hace veinte años de tu partida y desde entonces té vi únicamente en dos oportunidades, una de ella fue cuando estabas por editar tu primer libro, recuerdo que con el pago adelantado, lo primero que hiciste, fue acordarte de tu tata y de tu mama que ya no está con nosotros, para mí me compraste un televisor color con una antena inmensa para que desde el medio del monte yo pudiera ver tranquilo la televisión, desde entonces mi casa vive llena de vecinos que del medio el monte recorren leguas para venir a ver los partidos de boca y de river o cuando juega la selección Argentina, soy el único en estos pagos que tengo televisión, mi casa ya no es el rancho con techo de despunte de la dulce caña, tu me construiste otra casa hecha con ladrillos y tengo baño instalao, la luz arrancada de un motor Honda que funciona a gasoil me permite iluminar el monte donde yo vivo como si fuera de día y todo eso te lo debo a ti, pero la verdad, hija mía que la soledad es infinita, en medio de tantas cosas materiales, me falta tu caricia y tu beso enternecedor, si cambiaría todo este lujo y todo mi bienestar solamente por tenerte aquí cerquita de mi corazón, apretándote con mis brazos.
Pa tu vieja, le trajiste desde la Capital Federal ese modelo de tumba al que vos llamas mausoleo y le hiciste uno bello en el cementerio del pueblo, con una placa de mármol blanco y un inmenso te AMO grabado a mano, como si ella no lo supiera.
Es cierto, no tuviste la suerte que muchos niños tienen de conocer a su mama, vos llegabas y ella se fue, tu llanto resuena en mis oídos y aún conservo el nudo en la garganta cuando recuerdo ese momento atroz, su partida me dividió en dos, desde entonces, mi felicidad jamás fue completa, mi alegría siempre iba acompañada de una pena, fui tu mama y tu tata, caminé leguas enteras para llevarte a la Romualda para que te diera de mamar cuando llorabas de hambre, te di te de tala, para reemplazar la leche materna cuando no podía visitar a tu “mama de teta”, te ayudé con los deberes de la escuela y allí me di cuenta que vos estabas para cosas mayores, tu mente era fértil, mil cosas inventabas, ¿que sabías tu a los ocho años del pacto con el diablo?, sin embargo siempre en tus cuentos este demonio aparecía, lo mismo que la Salamanca y el duende de la siesta.
La otra vez que recuerdo de tu visita, fue cuando estabas por partir a Suecia a recibir el premio Nobel de Literatura, recuerdo el despertar del monte en ese día maravilloso del seis de enero.
El ruido del helicóptero ahuyentaba a los pajaritos del monte, y sus aspas arrancaban gajos de los árboles, mis vecinos más cercanos recuerdo, corrían avispau, creyendo que eran los militares, de nuevo matando gente, recuerdo tus cabellos largos al viento y tu figura chiquita correr a mi encuentro, me llegaste de sorpresa china linda, casi me infarto de alegría, de nuevo mil cosas de regalo, para mi y pa tu mama, pero esta vez también hiciste de rey mago para los chicos de estos pagos, regalándoles juguetes caros, pero el tiempo de tu estada fue esta vez menor, apenas unas horas, después me conformé con verte en la televisión, decían las noticias que era histórico lo tuyo ganar el premio Novel a los veintiocho años, de eso yo no sé nada, pero si ellos lo dicen por algo será, yo me siento orgulloso de vos hija.
Justificando tu partida me dices que un contrato apura tu paso.
Hoy te esperé, y no llegaste en colectivo, me extrañó tu anuncio de la semana pasada cuando recibí el telegrama anunciando tu regreso definitivo a estos montes tucumanos.
Luego de mi alegría inicial, la preocupación de todo padre, ¿que le pasará?, ¿Porque esa determinación tan de repente?.
Ensimismao en mis pensamientos, me olvidé de la tormenta, y de la lechuza, ya falta menos dije pensando en mi casa, cuando al llegar a un socavón escucho la suave y encantadora música de la Salamanca, el violín descuella y una guitarra le acompaña en dulce melodía, una voz corta el aire con mágica entonación, la fiesta está que arde.
Dios me libre y guarde de la tentación del demonio por el lujo y el poder, dije mientras besaba mi crucifijo de oro y plata que me regaló mi hija la Justina, a quien todos conocen como Marta Dolores Terrera Muñoz, los editores le dijeron que Justina Herrera era un nombre que para la literatura no iba del todo bien, que un nombre y dos apellidos, casi garantizaría su éxito, ella eligió Marta por su mama, Terrera, por ser lo más parecido a Herrera su apellido paterno y Muñoz para alargarlo nomás.
De pronto en medio de la música y el ruido de la tormenta aparece una figura que todos en el monte conocemos y con la que nadie se quiere cruzar, el perro familiar.
Ramiando una pesada cadena este perro es de color negro intenso y casi tan grande como un ternero, cruza el monte sin mirar a los costados y devora con sus garras y con sus dientes a todo lo que se le cruza en el camino.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral cuando recuerdo lo que le pasó al Cirilo, al pobre lo encontraron colgao de un alambrau de púas, con medio cuerpo descuartizau, dicen que se había cruzau con este animal maldito cuando venía de una fiesta y entonao por el vino quiso hacerse el valiente y tomó por el camino por donde anda este perro condenau.
Me quedaré quietito por un instante, dejaré que se aleje el maldito dije, cuando el ruido de las cadenas ya no se escucha retomo mi marcha lentamente por el medio de las vías.
Decía mi abuelo que el acero de las vías por donde circula el tren protegen al cristiano de los demonios, dicen los que saben, que Satanás no se atreve a traspasarlo, por eso se han conocido casos en que muchos paisanos salvaron sus vidas simplemente quedándose quietos en medio de las vías, tal el caso del Baltazar, que le pelió al diablo mesmo desde adentro de las vías, con un puñal en la mano dando muestra de valentía y coraje sin fin, a un demonio que empecinao en comerlo, al acero desafiaba, dice en su relato el Baltazar.
Este hombre que ahora peina canas, nos cuenta que una noche cuando venía del baile de carnaval, se le apareció el demonio de repente y tentándole a la suerte le dijo de este modo.
Vos tenés pinta de valiente, si realmente lo sos veni y venceme en mi territorio.
El Baltazar le contesto,
Soy valiente pero no tonto, vos si queres vencerme venceme a mi modo yo tengo un puñal por el tata Dios bendito y a ti no te tengo miedo y si vos crees que sos mas astuto y valiente que este hombre que te habla, cruza el acero de las vías y enfréntate a mi puñal.
Como el diablo no tenía respuestas para dar, lanzo una trompada al Baltazar, quien ágilmente lo esquivó y con el filo del puñal le asestó un duro golpe a ese brazo que parecía hecho de hierro porque le saltaron chispas.
Sos valiente el diablo dijo, pero yo te voy a comer y en los infiernos estaremos todos de fiesta.
Ja si puedes vencer a Dios será eso posible, pero yo sé que sos un cobarde que siempre se viste de fiera para asustar a mis hermanos y conmigo no tendrás suerte.
Una estruendosa carcajada recibió Baltazar como toda respuesta, de este monstruo mitad animal mitad humano y sintió que su sangre se congelaba mientras empuñaba el puñal e invocaba el nombre del Dios Todopoderoso y el de la Virgen María.
Baltazar decidió acelerar el paso y acercándose al otro costado de la vía, ponía distancia de aquel personaje siniestro, que no cesaba en el intento de comérselo vivo.
Largas horas de lucha pasaron con un demonio que cambiaba de forma a cada instante, ayudado por las risas de las brujas que cruzan el cielo volando y por cientos de lechuzas que rompen el silencio con sus chistidos espantosos y al llegar el amanecer, junto con el canto del gallo llegó el final de la lucha, retirándose el diablo vencido.
Mientras recuerdo aquel relato de don Baltazar aterradoras imágenes acrecientan mi sufrimiento al pasar frente del cementerio, alcanzo a divisar a la mujer vestida de novia y a un cristiano en medio de las espinas clamando al cielo compasión, ya no alcanzo a comprender todo lo que ocurre a mi alrededor, y me parece todo fruto de mi imaginación, porque cerca de la novia, veo a mi amigo el manos frías, recostao en una tumba, haciendo el amor con su vecina la bomba y papa mientras una mano huesuda y helada que sale de la cripta le acaricia sus gordos glúteos, un poco mas adelante casi al final de la tapia, veo una montaña de botellas plásticas vacías y a una rana atada con un celular colgando del alambrao que está a la orilla del río, después lo veo al viejo chapita junto al negro rengo pata y lana peliando por la basura, y por lo que hay que repartir. También alcanzo a divisar en este mundo aterrador a la esposa del negro rengo pata y lana, con un machete en la mano y su ropa manchada con sangre, colgar una cabeza de mujer con dos cuernos en su frente, que tenia teñido de rojo su corto y enrulado pelo, y por otro lado puedo advertir la presencia de un morocho pelado, quien vestido de cura con negra y larga sotana, contempla la escena, muriéndose de risa, y para colmo de este infierno que me toca vivir, veo en la escena mas horrorosa que me acuerdo, una reunión de unos changos que dicen ser del consejo consultivo y eso es algo que yo no entiendo, como si fuera de un mundo desconocido. Alrededor de ellos se ve a mucha gente muriéndose de hambre y clamando por comida, pero a estos tipos que se dicen compañeros y que dicen ser presidentes de varias ONGs y de otras Organizaciones que defienden a su pueblo, se pelian entre ellos para terminar entregando su alma al diablo por un par de bolsones y unos cargos políticos que le garanticen un poco de guita y a la gente que los parta un rayo.
Mientras un grupo de cadáveres vivientes con fuerte olor a osamenta grita en coro a los cuatro vientos; ESTA ES NUESTRA MEJOR OBRA, QUE SE MUERA DE HAMBRE EL CRISTIANO. JAJAJAJAJAJAJAJAJA.
Terminando esta escena, contemplo con pavor como el diablo tiene sus tretas porque envuelto en un clima de fiesta, estaba el ñato mocho manejando la computadora, mixando cumbia villera en compañía de su “simpática” novia la limón Evangelina, quien vestida en siete velos de gasa transparente, baila al compás de esta música diabólica, moviendo sus anchas caderas.
Mientras trato de borrar las veloces imágenes que me fueron apareciendo como si fuera una película que no quiero ver, intento en vano comprender todo lo que me esta ocurriendo y me conformo con contar los metros que me separan de casa para terminar con este infierno.
Una luz se divisa en medio del monte esa es mi luz dije sin dejar de regocijarme porque ya quedan unos pocos metros para llegar a la seguridad que una casa supone.
La tormenta no cesa, los campos parecen ríos, mi casa arriba de una pequeña loma, parece encantada cuando los relámpagos iluminan sus techos coloniales, cruzo el portón y al llegar a la puerta desesperado y casi muerto de frío acciono la llave de la cerradura, la puerta se abre suavemente y deja ver sus relucientes pisos, siento pena por esa limpieza cuando miro mis alpargatas y las observo llenas de barro colorao y chorreando el agua sucia.
Me las saco y descalzo ingreso hasta el baño, en él, me ducho y a Dios agradezco por esa hija que no llegó pero a quién espero con ansiedad.
De nuevo mi felicidad es incompleta - por ahora- me consuelo- Yo estoy seguro que la tendré conmigo para siempre.
Al salir de la ducha, observo a través de la puerta que permanecía abierta, un par de ojos rojos que como dos faros de luz enfocaban mi persona, y me acordé de la lechuza.
Era el perro familiar que desde el medio del patio me observaba, este ser de las tinieblas parecía a punto de atacarme, corrí a cerrar la puerta mientras él en un ágil salto se estrelló fuertemente en mi puerta de quebracho colorao, en el mismo instante en que se cierra, luego se escucho un ruido de cadenas y una fuerte amenaza tronó en los cielos. DE MI NO TE ESCAPARÁS, dijo el perro maldito mientras el relámpago le cede paso a un trueno que me deja sordo mudo y casi sin latidos.
Miré por la mirilla cuando me repuse del susto y lo vi al perro condenao observándome de nuevo, y en el lomo de la bestia vi a la lechuza ensangrentada a quién yo supuestamente había muerto con mi puñal bendito, Dios mío dije y rumbie pa la cocina cuando vi que los demonios se retiraban rumbo al monte.
Decidí amortiguar el cuerpo destapé una ginebrita y de un solo “taco” la mandé al buche, la cabeza me giraba como si fuera una calesita, cansado y borracho me quedé dormido tirao en la cama.
Desnudo desperté al otro día cuando el sol estaba alto, la cabeza me dolía, producto de la resaca, saque fuerzas de la flaqueza y rumbie pa la cocina. Puse la pava con agua en la hornalla mientras preparaba un yerbiau, de pronto aparecieron en mi memoria los vuelos de la lechuza y la presencia del perro familiar, fui a buscar el puñal y lo encontré manchado de sangre, revise mi camisa y la campera, le vi plumas pegadas con sangre a mi campera bataraza, la pucha, entonces de verdad la maté, pero ¿como este bicho apareció de nuevo con vida?, sin duda este animal era un demonio disfrazao.
La lechuza es una ave de mal agüero, solían decir los viejos, pero en este caso resultó ser otra cosa, de no haber tenido el puñal bendito en mi poder, quien sabe lo que me habría pasao.
El Ruido de la pava que hierve, me saca de mis pensamientos y dispuesto a olvidar todo, me tomo unos mates bien calientes con tortillas al rescoldo que prepare para mi china a quien todavía ansioso espero.
Dos horas después siendo casi el mediodía salgo a recorrer el campo y divise una polvareda allá, bien a lo lejos, quien se habrá animao por estos pagos, ¿acaso será mi hija?.
Mi corazón empezó a latir fuerte ante tal posibilidad, no sabia si montar el alazán y partir a su encuentro o disparar hasta el rancho a buscar el catalejos, nada de eso viejo me dije, no te ilusiones por que después sufrís el doble, si es la china, ya llegará, y si no es, bueno, es alguien que va pasando, la verdad que por aquí no pasan muchos, pero uno nunca sabe, siempre un loco anda suelto.
Llegué a la orilla del río y metí mis patas a refrescarse, porque después de la tormenta pasó lo que pasa siempre, al otro día aparece el sol, quema las espaldas y reseca el suelo, como si nada hubiera pasado.
De nuevo el calor y el polvo que vuela como talco, en la zona pantanosa únicamente se hace barro y dura un par de días hasta que el polvo aparece de nuevo y se queda por un largo tiempo.
A propósito del pantano el vehículo debe estar pasando por esa zona por que ya no se divisa el polvo, sin embargo se escucha el ruido esforzao del motor como si viniera muy despacio y muy pesao.
El tero, tero, de una bandada asustada, me indica la cercanía de alguna persona o de algún peligro, alerta me doy vuelta y me encuentro con un hombre a quien no conocía y que llegó hasta mi en el más absoluto silencio. Buen día paisano - me dijo inclinándose levemente mientras se saca el sombrero-
salú el amigo- le dije, al observar que parecía un hombre bueno.
Parece estar fresca la agüita, aunque va medio sucia, por la tormenta de anoche- me dijo, mientras ataba su blanco caballo a la horqueta de un árbol, - aha- respondí- y usted amigo le dije preguntando curioso, diande viene tan silenciosamente, que ni siquiera el paso del caballo le escuche al llegar, solo el vuelo de los teros me alertó de su presencia.
Me llamo Juan Manuel Martínez y soy del lao de los Pereira, voy rumbo a cruzalta, quiero pelar caña pal ingenio, hace dos días que ando perdido en el monte y anoche la tormenta no me dejao llegar hasta aquella casa que esta allá arriba, para poderme cobijar.
Así nos juega el destino, muchas veces mi amigo le dije, mientras observaba su impecable ropa, dos días en medio del monte y en una noche de tormenta, a mi no vengas con esa cuenta- me dije en silencio.
Así que a cruzalta va a trabajar y ¿hace mucho que trabaja en la zafra? Pregunte con curiosidad.
Si soy zafrero permanente y me conoce mucha gente.
Aha, famoso el hombre le dije con sorna.
No mi amigo no se confunda me dijo “alvertido” no soy famoso ni mucho menos simplemente conocido, soy un pelador de caña y vivo de mi trabajo me dijo.
Y además sos muy astuto, pensé para mis adentros.
Bueno amigo le dije con cortesía, a sido un gustazo charlar con usted, es hora que vuelva a mi rancho, no quise darle la mano y casi como al descuido, me puse a varios metros de distancia, diciéndole adiós.
Hasta pronto me dijo riendo, de seguro nuevamente nos estamos viendo.
Bicho raro este Juan Manuel, sus manos no tienen callos, su vestimenta está inmaculada y tiene un caballo que no hace ruido, tampoco agua ha bebido ni pasto verde comió.
Con los pies en la polvorosa, levanto la mirada para otear el horizonte y la polvareda ya no se divisa en el cielo, el motor tampoco se lo escucha y eso tiene un solo sentido, el vehículo se quedó empantanao en el barro colorao, porque de rumbiar pa otro lau la tierra marcaría su camino.
Pobre tipo el del vehículo me dije y rumbié decidido para mi casa, sin perder de vista al paisano que en el río, quedó sombriando solito.
A cada rato me daba vueltas para ver si no lo tenia a mis espaldas sabiendo que no hace ruido cuando camina.
Mi estomago pedía a gritos comida, la ginebra hizo su efecto y el hombre pellizca mis tripas, al pasar por el gallinero, me acuerdo de la gallina que come sus propios huevos y decido convertirla en puchero, la atrapo y con mis manos le retuerzo el pescuezo, la pongo en agua caliente y ahorita la desplumo, media hora después el caldo sabroso, calentaba mi humanidad y un guiso de arroz llenaba mi estomago hambriento.
Ya con la panza rellena, corrí las cortinas del cuarto y me recosté en mi catre de tiento pa dormir una larga siesta.
Dos horas mas tarde un fuerte golpe en la puerta, me despierta sobresaltado ¿quién golpeo a mi puerta antes de ser ladrado por mi perro?.
Semidesnudo observe por la mirilla de la puerta la imagen inmaculada del jinete misterioso quien en sus brazos tenía a una joven de trenzas largas, levantada en vilo.
Mi hija dije desesperado, abriendo la puerta violentamente me abalance contra el desconocido y le arranque de sus manos el cuerpo inmóvil de mi hija amada.
No se asuste compadre, que ahora esta dormida, la encontré al lado de una camioneta descompuesta y cargada de cosas en medio del pantano, aparentemente se desmayo de hambre, parece una mujer débil.
Con mi hija en brazos disparé hasta su cuarto y suavemente la deposité en su cama, para que siguiera durmiendo- así descansa su cuerpo- pensé- volví en busca de aquel hombre que me la trajo a casa para agradecerle y sorprendido observé que ya no estaba, se retiró tal cual había llegado en el mas absoluto de los silencios y sin que el perro lo ladrara. Vaya, dije que Dios le ayude por el gesto que tuvo con mi hija.
Cerré la puerta, me dirigí al cuarto y observe detenidamente el rostro de mi joven hija, sus ojeras inmensamente marcadas, producto de sus eternas trasnochadas literarias, jamás ella pudo escribir de día en las noches se inspiraba.
Mire sus cabellos, tenían algunas hebras blancas y brillosas igual que su mama, observé sus manos pequeñas y recién reparo en el crucifijo idéntico al mío que apretaba en su mano hasta lastimarse la palma.
Relacione la tormenta, la lechuza, el perro familiar, el jinete misterioso, todo me resultaba extraño, pero realmente faltaba un eslabón a esa cadena de razonamiento que me sacudía la cabeza. ¿ que le paso a mi hija? ¿por qué no vino ayer en el colectivo y hoy aparece en una camioneta? ¿por qué se desmayo y porque tenía el crucifijo encarnado en la palma de su mano?
¿ porque cuando me despedí del jinete misterioso este me dijo que seguramente nos volveríamos a ver?, cuantas cosas Dios mío.
Algo raro sucede aquí.
Decidí dejarla descansar, encendí un par de velas a nuestro señor de los Milagros, la miré nuevamente a mi Justina y en su rostro se reflejaba un sufrimiento que hasta que no prendí las velas no lo había notado.
Pasé a la cocina y preparé un par de mates amargos, ya despertará me dije, sin embargo, yo no estaba tranquilo, algo me preocupaba y no era precisamente la camioneta que había quedado abandonada en medio del lodazal.
Pasaron cuatro largas horas y un grito aterrador me sacudió las entrañas, arrodillada frente a nuestro Señor de los Milagros estaba ella sosteniendo el ultimo pedazo de vela que quedaba encendida, perdón mi señor, gritaba mientras se golpeaba el pecho desesperada y besaba la imagen inmaculada del Señor de los Milagros, llegué la abrace fuertemente y la traje hasta que nuestros pechos se juntaron, me lleno de lagrimas la ropa y mis oídos lastimó con un eterno lamento, perdóname papa, me dijo mientras besaba el crucifijo.
Calma hija todo pasará le dije- contame mi amor que te pasó.
Rompí el contrato papa, me dijo mientras un profundo sollozo le brotaba desde el fondo de su pecho.
No importa hija mía, ya saldrá otro interesado en tu obra literaria y lloveran los contratos, quédate tranquila, le dije, mientras la abrazaba fuertemente, sin entender nada.
No padre me dijo rompí el contrato con Satanás, en esta noche de tormenta yo tenia que bajar del autobús para encontrarme contigo y debía en ese instante entregar tu alma al demonio, para que sigan mis éxitos yo debía matarte porque sos lo que mas quiero en la vida.
Decidí no venir en el colectivo, para no cumplir con ese pacto, mi suerte está sellada, ahora Satanás vendrá por mi y de hecho anoche después que paso del colectivo yo llegué a este pueblo en mi camioneta, dispuesta a todo con tal de salvarte, el demonio me acosó toda la noche y yo presa del terror solo atiné a detener la camioneta en medio de la tormenta y a apretar este crucifijo bendito, hasta que apareció un jinete de blanco vestido y me liberó del demonio, nunca supe de donde apareció este valiente hombre, que al demonio hizo huir, es lo ultimo que recuerdo, porque después me desmaye y ahora me encuentro aquí en mi casa y protegida por Diosito, a quien por tanto tiempo ignoré y de seguro lo hice sufrir.
Perdóname papá repetía una y mil veces atormentada.
Justina Herrera tal su nombre verdadero, nunca más escribió ni un verso y cuarenta años después partió a los cielos en medio del reconocimiento general en el mundo entero, lo cierto es que murió en medio de la pobreza mas extrema, su fortuna se esfumó y tuvo una creciente locura.
Cuentan sus vecinos que su padre la encontró clavada en una estaca de palo, con el cuello retorcido, - perdonando la comparación parecía un búho mirando para atrás sin girar el cuerpo- Con sus manos fracturadas y el crucifijo lleno de sangre, y que su papá preso del dolor se pegó un tiro en la sien.
Lo terrible y misterioso del caso es que ambos cuerpos estaban acompañados por un esqueleto que tenía puesto un raído y viejo vestido de novia, que mostraba una corona de espina en su larga cabellera y una docena de rosas rojas, ya marchitas, atrapadas entre sus secos dedos.
Roberto Escobar
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